viernes, junio 22, 2007
martes, junio 19, 2007
viernes, junio 15, 2007
martes, junio 12, 2007
La espera
Lo que inquieta es la espera. Lo que desespera es la espera. Lo que ralentiza el tiempo es la espera. ¿Cabe algo más que la paciencia para batirla?. Se intenta llenar el tiempo pero la mente vuela y vuela a aquel destino deseado, a aquellos momentos imaginados que ya hacen batir el corazón como queriéndole dar otro empujón al presentimiento, al deseo, a la ilusión… Reloj viejo ralentizado, tic, tac, tic, tac…lo miro una y otra vez. ¡Ven a mi, viejo condenado!, ¡ven, momento oportuno!, ven, mátame esta espera, que me tienes inquieto y bien atado.
viernes, junio 08, 2007
Mi mar
ciegos reyes
por un palmo más de tierra,
que yo tengo aquí por mío
cuanto abarca el mar bravío,
a quien nadie impuso leyes”
(José de Espronceda- “Capitán del pirata”)
Realmente maravilloso escapar con el coche a ver las olas de mi mar.
Se me abren las pupilas, el corazón se relaja.
Los sentidos se excitan, el salitre se cuela por mis fosas nasales, el bramar de las olas me ensordece espectacularmente.
Momentos intensos que saboreo con los brazos abiertos y el alma al desnudo.
(José de Espronceda- “Capitán del pirata”)
Realmente maravilloso escapar con el coche a ver las olas de mi mar.
Se me abren las pupilas, el corazón se relaja.
Los sentidos se excitan, el salitre se cuela por mis fosas nasales, el bramar de las olas me ensordece espectacularmente.
Momentos intensos que saboreo con los brazos abiertos y el alma al desnudo.
lunes, junio 04, 2007
Marcos
Marcos es morenito, cabeza pequeña, pelo rizado, con rasgos de señor que lo hacen más divertido y mirada penetrante. Sus ojos negros apenas se dirigen hacia las cosas, como si de un vistazo pudiese ver todo lo que tiene delante. Sentadito en la silla que llevo sobre el pecho parece una figura que se mantiene tiesa y rígida haciendo frente al frío con sus manos que siempre saca del forrito que lo tapa, como mostrando su rebeldía de alguna forma, porque apenas llora ni se queja de nada.
No se sabe con certeza su edad pero se tiene conocimiento de que ronda entre los diez y los doce meses. Casi está más cerca de lo segundo que de lo primero porque está a puntito de comenzar a abandonar el gateo queriendo chutar la pelota todo el rato cuando le ayudo con los brazos a mantenerse en pie. Le pusieron el nombre en el viaje de ida, en el propio avión, porque la celeridad del aviso apenas dio un respiro a sus padres en su traslado a Etiopía, su país natal, donde tuvieron que ir a recogerle y hacer los últimos trámites administrativos.
A su padre natural nunca se le conoció y su madre parece que ha fallecido o desaparecido literalmente del mundo porque allí, en la capital etíope de donde procede, nadie sabe nada de ella, por más que a nosotros nos pueda resultar paradójico o increíble este hecho. Desde que vio la luz de este mundo su abuela hizo las funciones de matrona, pero su longevidad para hacerse cargo de tan frágil criatura y la pobreza que reina en aquel territorio africano le hacían imposible mantenerlo, recurriendo al orfanato de la ciudad para que se ocupasen de su desconocido destino, al menos en sus primeros años de vida. Allí estaba bien cuidado sin saber que sus nuevos padres ya viajaban en avión tremendamente ilusionados para recoger al nuevo hermano de Mateo, como si los dos pequeños desconociesen el instante de ese encuentro que unirá sin saberlo y para siempre sus vidas, tan separadas por el color de la piel como por la cultura de la que proceden.
Ante el asombro de vecinos y gente del entorno, Marcos da sus primeros paseos por su nueva ciudad, sin ser consciente de todo lo que le rodea y del potencial de vida que va a poder desarrollar, de las posibilidades que ahora se le presentan en este mundo y de la lucha que abandona en el otro, de la felicidad que le va rodear al poder sentir en sus carnes el amor a este lado de la civilización, de esta inyección vital que todo ser necesita para vivir y crecer.
Su mamá le baña mientras yo sigo jugando con Mateo, que siempre está sonriente y tranquilo. Físicamente es más grandote que su nuevo hermano, pero Marcos pronto recuperará esa nutrición que le hace falta y entonces la lucha por coger las cosas más altas estará a la orden del día entre ellos, transformando por momentos los felices abrazos que ahora se dan en feroces disputas entre hermanos.
En quince días que lleva aquí Marcos ya ha engordado algo. Su nariz plana está despuntando y su barriguita despuntada se está aplanando. Solo le falta adaptarse definitivamente al nuevo horario y crear una rutina en su vivir diario. Ahora apenas duerme y los padres tienen el cansancio metido en sus cuerpos, que no en su ilusión.
Sale del agua y su papá le da crema perfumada que su reseca piel absorbe y absorbe como agradeciendo tan refrescante momento. Su pijama blanco le hace más hermoso si cabe y se mete a gatear entre los juguetes y la sombra apreciando cada nuevo sonido, cada nueva forma y rincón que se le presenta. Su biberón ya está en mis manos y se lo enseño para que se acerque. Como no puede correr se inquieta y se vuelve nervioso ante el ansia de su cena. No para de gemir y luchar por ella hasta que la tiene en su boca, rezagado entre mis brazos, tan calentito como la leche que ahora toma con énfasis. Le va la vida en ello mientras yo me quedo embobado así, mirándole, como si a mi me fuese toda la vida en ello.
Mateo ya tiene su hermano y sus abuelos ven crecer la familia ilusionados con este nuevo "señorito" que crecerá a sus pies, otro niño que recoge el testigo de una generación a otra, como la vida misma, como otro río de sangre que mana del mismo coranzoncito que es el propio mundo y que tiene el mismo color que todas, roja.
No se sabe con certeza su edad pero se tiene conocimiento de que ronda entre los diez y los doce meses. Casi está más cerca de lo segundo que de lo primero porque está a puntito de comenzar a abandonar el gateo queriendo chutar la pelota todo el rato cuando le ayudo con los brazos a mantenerse en pie. Le pusieron el nombre en el viaje de ida, en el propio avión, porque la celeridad del aviso apenas dio un respiro a sus padres en su traslado a Etiopía, su país natal, donde tuvieron que ir a recogerle y hacer los últimos trámites administrativos.
A su padre natural nunca se le conoció y su madre parece que ha fallecido o desaparecido literalmente del mundo porque allí, en la capital etíope de donde procede, nadie sabe nada de ella, por más que a nosotros nos pueda resultar paradójico o increíble este hecho. Desde que vio la luz de este mundo su abuela hizo las funciones de matrona, pero su longevidad para hacerse cargo de tan frágil criatura y la pobreza que reina en aquel territorio africano le hacían imposible mantenerlo, recurriendo al orfanato de la ciudad para que se ocupasen de su desconocido destino, al menos en sus primeros años de vida. Allí estaba bien cuidado sin saber que sus nuevos padres ya viajaban en avión tremendamente ilusionados para recoger al nuevo hermano de Mateo, como si los dos pequeños desconociesen el instante de ese encuentro que unirá sin saberlo y para siempre sus vidas, tan separadas por el color de la piel como por la cultura de la que proceden.
Ante el asombro de vecinos y gente del entorno, Marcos da sus primeros paseos por su nueva ciudad, sin ser consciente de todo lo que le rodea y del potencial de vida que va a poder desarrollar, de las posibilidades que ahora se le presentan en este mundo y de la lucha que abandona en el otro, de la felicidad que le va rodear al poder sentir en sus carnes el amor a este lado de la civilización, de esta inyección vital que todo ser necesita para vivir y crecer.
Su mamá le baña mientras yo sigo jugando con Mateo, que siempre está sonriente y tranquilo. Físicamente es más grandote que su nuevo hermano, pero Marcos pronto recuperará esa nutrición que le hace falta y entonces la lucha por coger las cosas más altas estará a la orden del día entre ellos, transformando por momentos los felices abrazos que ahora se dan en feroces disputas entre hermanos.
En quince días que lleva aquí Marcos ya ha engordado algo. Su nariz plana está despuntando y su barriguita despuntada se está aplanando. Solo le falta adaptarse definitivamente al nuevo horario y crear una rutina en su vivir diario. Ahora apenas duerme y los padres tienen el cansancio metido en sus cuerpos, que no en su ilusión.
Sale del agua y su papá le da crema perfumada que su reseca piel absorbe y absorbe como agradeciendo tan refrescante momento. Su pijama blanco le hace más hermoso si cabe y se mete a gatear entre los juguetes y la sombra apreciando cada nuevo sonido, cada nueva forma y rincón que se le presenta. Su biberón ya está en mis manos y se lo enseño para que se acerque. Como no puede correr se inquieta y se vuelve nervioso ante el ansia de su cena. No para de gemir y luchar por ella hasta que la tiene en su boca, rezagado entre mis brazos, tan calentito como la leche que ahora toma con énfasis. Le va la vida en ello mientras yo me quedo embobado así, mirándole, como si a mi me fuese toda la vida en ello.
Mateo ya tiene su hermano y sus abuelos ven crecer la familia ilusionados con este nuevo "señorito" que crecerá a sus pies, otro niño que recoge el testigo de una generación a otra, como la vida misma, como otro río de sangre que mana del mismo coranzoncito que es el propio mundo y que tiene el mismo color que todas, roja.
(Foto facilitada por sus padres, mis amigos)
Namasté, 12/05/05