miércoles, agosto 29, 2007

El cesto de la vida

Podemos seguir con la vida a cuestas pero todo será gratificante si llevamos el cesto cargado de esperanzas.

miércoles, agosto 22, 2007

Recuerdos de Nepal (II)

(Foto: Namasté)
Y me impregno de los sonidos. De todos ellos no sabría cual escoger o destacar. Así, el sonido del agua acompaña en casi todo el camino. Otras veces ruge puntualmente en las grandes cascadas. Se escucha mientras cruzas el puente colgante, allá abajo, bramando al compás de las rocas.
El sonido del viento, allá, en las lonas de las tiendas de campaña, en los collados de las montañas, en el roce de la cometa, bailando las banderas de oración, levantando la nieve más reciente de las grandes cimas.
El sonido del fuego, presente en todas las cocinas, delatado por el humo exterior que huye del hogar, del fuego que aparece en cualquier camino creado por los porteadores hambrientos, del fuego solar que derrite el hielo jugando con el agua.
El sonido de la tierra al ser arada para su cultivo, de los desgarros que la lluvia produce en el terreno, de la erosión que el rio va limando a la montaña.

(Namasté, 22 Octubre 2003)

viernes, agosto 10, 2007

Atardecer a tu lado

Fui a correr bordeando la ciudad hasta llegar a la zona del faro. Allí caía el sol, con el rostro rojo, de la vergüenza que le daba abandonarnos hasta el día siguiente, bello todo él. La brisa marina me envolvía y el mar pintaba ese azul que siempre sorprende a mis ojos.
A mis ordenes saltaron dos delfines en medio del océano mientras un ser mágico me rodeaba entre sus brazos, como queriéndome hechizar. Te imaginé a mi lado, con tus cabellos al viento. Yo te abrazaba por detrás para señalarte la posición exacta de aquellos animales en el agua, aprovechándome del perfume de tu cuello mientras mi corazón bombeaba nervioso al lado del tuyo y la magia era testigo de mi felicidad...

martes, agosto 07, 2007

Depende

Todo depende...


... del ojo con que se mire.

viernes, agosto 03, 2007

Recuerdos de Nepal (I)

Me impregno de los olores. De todos ellos el más destacado es el del incienso, presente por todas partes….Pero también existen otros olores. Olor a leña encendida, a humo matutino, de tarde y de noche, que acompañan a casi todas estas familias en sus cocinas y que puedo ver desde la propia calle. Olor a pobreza. Esa pobreza que nos resbala diariamente en nuestro mundo o que apenas nos roza y que aquí se muestra entera, compañera fiel de todos y cada uno de estos lugares, de estas gentes, de estos parajes. Olor a naturaleza, a río desbordante, a bosque verde y fresco, a montañas puras, a piedras acompañantes. Y olores de escenas, de figuras deambulantes. Esos niños siempre jugando, los porteadores y sus burros, esa anciana con sus telas, esa madre lavando a su niño, ese niño con su hermana a cuestas, esos chicos tumbados, olores que se me impregnan…
(Namasté, 20/10/2003)