Época de inundaciones.

A pesar de la resaca de ayer conseguí salir de la cama y ponerme en pie. Me levanté a afrontar el nuevo día que ya había ganado la primera batalla a mi tentación quedándome hasta tan tarde. Llegué hasta el portal y fui a dar el primer paso cuando descubrí que todo estaba inundado. Me froté fuertemente los ojos mientras levantaba la cabeza para contemplar el cielo azul. No había escuchado nada durante la noche y sin embargo, no había lugar que el agua no llenase. En el portal de enfrente un vecino abrió su puerta, tiró de una gruesa cuerda y acercó, ¡virgen mía!, una pequeña barca de madera. Con alegría levantó su mano derecha, me saludó y se fue navegando de forma lenta. Tras él, nuevos golpes de impresión: aparecieron dos mujeres en una embarcación pequeña, navegando muy despacito, como película que pasa lenta frente a mi atónita mirada. ¿Dejarían sus niños a orillas del colegio o irían al trabajo?, preguntaba mi cabeza. Unos minutos más embobado y sin saber qué hacer, sólo pude dar la vuelta, subir a la cama de nuevo, a esperar a mejores épocas.

¡Tan real como lo cuento, me creas o no me creas!.